A los 90 años, el dalái lama se prepara para el enfrentamiento final con Beijing: su reencarnaciónEricks Webs DesignEricks Webs Design
Durante gran parte del siglo pasado, el dalái lama ha sido la encarnación viviente de la lucha del Tíbet por mayores libertades bajo el Gobierno del Partido Comunista Chino, sosteniendo la causa desde el exilio incluso cuando un Beijing cada vez más poderoso se ha vuelto cada vez más asertivo en su represión. A medida […]
Durante gran parte del siglo pasado, el dalái lama ha sido la encarnación viviente de la lucha del Tíbet por mayores libertades bajo el Gobierno del Partido Comunista Chino, sosteniendo la causa desde el exilio incluso cuando un Beijing cada vez más poderoso se ha vuelto cada vez más asertivo en su represión.
A medida que se acerca su 90° cumpleaños este domingo, el líder espiritual de millones de seguidores del budismo tibetano en todo el mundo se prepara para un enfrentamiento final con Beijing: la batalla sobre quién controlará su reencarnación.
El miércoles, el dalái lama anunció que tendrá un sucesor después de su muerte y que su oficina tendrá la autoridad exclusiva para identificar su reencarnación.
“Afirmo que la institución del dalái lama continuará”, dijo el premio Nobel de la Paz en un mensaje de video a los ancianos religiosos reunidos en Dharamshala, India, donde ha encontrado refugio desde que las tropas comunistas chinas sofocaron un levantamiento armado en su montañosa patria en 1959.
El ciclo del renacimiento es fundamental en la creencia budista tibetana. A diferencia de los seres ordinarios, que renacen involuntariamente bajo la influencia del karma, se cree que un maestro espiritual venerado como el dalái lama elige el lugar y el momento de su renacimiento, guiado por la compasión y la oración, para el beneficio de todos los seres sintientes.
Pero la reencarnación del actual dalái lama no solo es crucial para el budismo tibetano. Se ha convertido en un campo de batalla histórico para el futuro del Tíbet, con implicaciones geopolíticas potencialmente trascendentales para la región del Himalaya en general.
“Ha sido un verdadero imán, uniéndonos a todos, atrayéndonos a todos”, dijo Thupten Jinpa, el traductor del dalái lama desde hace mucho tiempo, quien ayudó al líder en sus últimas memorias, “Voice for the Voiceless”.
“A menudo les digo a los tibetanos de la generación más joven: A veces nos malcríamos por apoyarnos en esta roca tan sólida. Un día, cuando la roca desaparezca, ¿qué haremos?”
En esas memorias, publicadas este año, el dalái lama afirma que su sucesor nacerá en el “mundo libre”, fuera de China, e insta a los tibetanos y a los budistas tibetanos de todo el mundo a rechazar a cualquier candidato seleccionado por Beijing.
Pero el Partido Comunista gobernante de China insiste en que sólo él tiene la autoridad para aprobar al próximo dalái lama, así como a todas las reencarnaciones de los “budas vivientes” o lamas de alto rango en el budismo tibetano.
En el centro de este choque está la ambición de un Estado oficialmente ateo y autoritario de dominar una tradición espiritual centenaria y de controlar los corazones y las mentes de un pueblo decidido a preservar su identidad única.
Beijing califica al actual dalái lama de peligroso “separatista” y lo culpa de instigar protestas, disturbios y autoinmolaciones tibetanas contra el régimen del Partido Comunista.
El dalái lama ha rechazado esas acusaciones, insistiendo en que busca una autonomía genuina para el Tíbet, no la independencia total, una estrategia no violenta de “vía intermedia” que le ha valido apoyo internacional y un Premio Nobel de la Paz.
Para sus seguidores tibetanos, el autodenominado “simple monje budista” es más que un líder espiritual o un antiguo gobernante temporal de su patria. Se erige como un símbolo trascendental de su propia existencia como pueblo, definido por una lengua, una cultura, una religión y un estilo de vida distintivos que, según los críticos, Beijing intenta borrar.
Pero la muerte del dalái lama también podría plantear un nuevo dilema para el Partido Comunista. Algunos jóvenes tibetanos en el exilio consideran su enfoque de “vía intermedia” como abiertamente conciliador con Beijing. En ausencia de una figura unificadora que guíe al movimiento en el exilio y modere a sus facciones más radicales, las demandas de plena independencia del Tíbet podrían cobrar impulso.
El decimocuarto dalái lama, Tenzin Gyatso, tenía sólo 15 años cuando las tropas comunistas, tras haber ganado la guerra civil china, marcharon sobre el Tíbet en 1950 para poner la remota meseta del Himalaya bajo el control de la recién fundada República Popular.
El Partido Comunista afirma haber “liberado” al Tíbet de la “servidumbre feudal” y haber recuperado una región que, según dice, ha sido parte de China durante siglos. Sin embargo, muchos tibetanos resentían lo que consideraban una brutal invasión y ocupación por parte de un ejército extranjero.
La resistencia culminó en un levantamiento armado con llamados a la independencia del Tíbet en marzo de 1959, generado por el temor a que las autoridades chinas planearan secuestrar al dalái lama. A medida que aumentaba la tensión y el Ejército Popular de Liberación disparaba municiones cerca del palacio del dalái lama, el joven líder escapó de la capital, Lhasa, al amparo de la noche. El Ejército chino finalmente aplastó la rebelión, dando muerte a decenas de miles de tibetanos, según grupos de exiliados, aunque la cifra exacta sigue siendo controvertida.
Tras huir a la India, el dalái lama estableció un Gobierno en el exilio en Dharamsala. Desde entonces, ha venido a representar al Tíbet, según Ruth Gamble, experta en historia tibetana de la Universidad La Trobe de Melbourne, Australia.
“Antes de la década de 1950, la idea del Tíbet era mucho más difusa: existía un lugar, existía un Estado y existían todas estas comunidades diferentes. Pero con el paso de los años, se ha convertido casi en un ideal abstracto de toda una nación”, dijo.
El Partido Comunista Chino ha librado una campaña de décadas para desacreditar al actual dalái lama y borrar su presencia de la vida tibetana, a la vez que endurece las restricciones a las prácticas religiosas y culturales. La represión suele intensificarse en fechas señaladas, especialmente en su cumpleaños, pero la devoción al líder espiritual ha perdurado discretamente.
“A pesar de todos estos años de prohibición de sus fotos, en cada corazón tibetano hay una imagen del dalái lama. Él es la figura unificadora y el ancla”, dijo Jinpa, el traductor.
Es una lealtad emocional y espiritual profunda que desafía el riesgo de persecución y encarcelamiento, y que el Partido Comunista considera una amenaza a su autoridad, pero está ansioso por cooptar.
A lo largo de los años, Beijing ha cultivado un grupo de altos lamas tibetanos leales a su Gobierno, incluido el panchen lama, la segunda figura más importante del budismo tibetano después del propio dalái lama.
Históricamente, los dalái lamas y los panchen lamas se han asesorado mutuamente y han participado en la identificación y aprobación de sus respectivas reencarnaciones, una estrecha relación que los tibetanos comparan con la del sol y la luna. Pero en 1995, años después de la muerte del décimo panchen lama, Beijing trastocó la tradición al instalar a su propio panchen lama, desafiando al dalái lama, cuya elección para el cargo –un niño de seis años– ha desaparecido de la vista pública.
El panchen lama de Beijing es visto como un impostor por muchos tibetanos, tanto en China como en el exilio. A menudo aparece en los medios de comunicación estatales chinos siguiendo la línea del Partido Comunista y elogiando sus políticas en el Tíbet. El mes pasado, en una inusual reunión con el líder chino Xi Jinping, el monje tibetano reafirmó su lealtad al Gobierno del Partido Comunista y se comprometió a hacer su religión más china, un principio fundamental de la política religiosa de Xi.
Los expertos y los exiliados tibetanos creen que Beijing intentará interferir en la eventual sucesión del dalái lama utilizando una estrategia similar: designando y preparando a un candidato leal a su Gobierno, con el respaldo del panchen lama designado por el Estado y otros lamas de alto rango cultivados por el Gobierno.
Esto podría conducir al surgimiento de dos dalái lama rivales: uno elegido por su predecesor y el otro por el Partido Comunista.
Jinpa, el traductor del dalái lama, no se inmuta ante esa perspectiva.
“Personalmente, no me preocupa, porque es una especie de broma. No tiene gracia porque hay mucho en juego, pero es trágico”, dijo, refiriéndose al probable intento de Beijing de nombrar a su propio dalái lama. “Simplemente siento pena por la familia cuyo hijo va a ser secuestrado y a quien le van a decir que es el dalái lama. Ya me da pena pensar en quien vaya a sufrir esa tragedia”.
Por su parte, el actual dalái lama ha dejado claro que cualquier candidato designado por Beijing no tendrá ninguna legitimidad a los ojos de los tibetanos o de los seguidores del budismo tibetano.
“Es totalmente inapropiado que los comunistas chinos, que rechazan explícitamente la religión, incluida la idea de vidas pasadas y futuras, se entrometan en el sistema de reencarnación de los lamas, y mucho menos en el del dalái lama”, escribe en “Voice for the Voiceless”.
Con su ingenio característico y su divertido sentido del humor, añade: “Antes de que la China comunista se involucre en el asunto de reconocer la reencarnación de los lamas, incluido el dalái lama, primero debería reconocer las reencarnaciones de sus antiguos líderes Mao Zedong y Deng Xiaoping”.
El budismo tibetano venera a su líder espiritual como la manifestación humana del Bodhisattva de la Compasión: un ser iluminado que, en lugar de alcanzar el nirvana, elige renacer para ayudar a la humanidad. El actual dalái lama es el último de un largo linaje de reencarnaciones que se ha extendido a lo largo de seis siglos.
La búsqueda del renacimiento de un dalái lama es un proceso complejo y sagrado. Las pistas importantes son las instrucciones o indicaciones dejadas por un predecesor (pueden ser tan sutiles como la dirección en la que giró la cabeza el dalái lama fallecido). Otros métodos incluyen pedir adivinación a maestros espirituales confiables, consultar oráculos e interpretar visiones recibidas por lamas mayores durante la meditación en lagos sagrados.
Tras estas pistas, se envían equipos de búsqueda para buscar a los niños nacidos después de la muerte del dalái lama. Los candidatos se someten a una serie de pruebas, que incluyen la identificación de objetos pertenecientes a la encarnación anterior.
Pero la reencarnación del dalái lama no siempre se ha encontrado en el Tíbet. El cuarto dalái lama fue identificado a finales del siglo XVI en Mongolia, mientras que el sexto fue descubierto aproximadamente un siglo después en lo que actualmente es Arunachal Pradesh, India.
El actual dalái lama, nacido en una familia de agricultores en una pequeña aldea del noreste de la meseta tibetana, fue identificado a los dos años, según su biografía oficial. Asumió el pleno poder político a los 15 años, antes de lo previsto, para guiar a su pueblo afligido ante el avance de las fuerzas comunistas chinas.
Si el próximo dalái lama ha de ser identificado como un niño pequeño, como establece la tradición, podrían necesitarse cerca de dos décadas de entrenamiento antes de que asuma el manto del liderazgo, una ventana que Beijing podría intentar explotar mientras prepara y promueve a su propio dalái lama rival.
“Para nosotros, el reconocido por el dalái lama, nacido en el exilio, es el verdadero. En cuanto a la fe, creo que no hay problema. Se trata simplemente de política y geopolítica”, dijo Lobsang Sangay, ex primer ministro del Gobierno tibetano en el exilio en Dharamshala.
Por ejemplo, Beijing podría presionar a otros países para que inviten a su propio dalái lama a ceremonias, dijo Sangay, ahora investigador visitante sénior en la Facultad de Derecho de Harvard.
El budismo tibetano es una forma de budismo Vajrayana, una de las principales ramas de la fe, que se practica ampliamente en Mongolia y las regiones del Himalaya de Bután, Nepal e India.
Estos países –y, en menor medida, otras naciones con grandes poblaciones budistas como Japón y Tailandia– podrían verse obligados a elegir a qué dalái lama reconocer, según Gamble en Melbourne. “O podrían decir: ‘No vamos a entrar en el tema’. Pero incluso eso podría enfadar al gobierno chino”, añadió.
Consciente de su propia mortalidad, el dalái lama ha estado preparando al pueblo tibetano para un futuro sin él. Sentó lo que considera la base más importante: fortalecer las instituciones del movimiento tibetano y fomentar una democracia autosuficiente dentro de la comunidad en el exilio.
En 2011, el dalái lama transfirió su poder político al jefe democráticamente elegido del Gobierno tibetano en el exilio, conservando únicamente su papel como líder espiritual del pueblo tibetano.
Sangay, quien asumió el cargo de líder político del Gobierno en el exilio, dijo que al hacer la transición a la democracia el dalái lama quería garantizar que los tibetanos pudieran dirigir el movimiento y el Gobierno por sí mismos, incluso después de su partida.
“Ha dicho específicamente: ‘No pueden confiar solo en mí como individuo… Soy mortal. Llegará el momento en que ya no estaré. Así que, mientras esté aquí, el pueblo tibetano debe hacer la transición a una democracia plena, con todos sus altibajos, y aprender de ella, crecer, madurar y ser más fuerte, avanzando’”, dijo.
Ese objetivo ha adquirido mayor urgencia a medida que el movimiento tibetano para salvaguardar su cultura, identidad y autonomía genuina se encuentra cada vez más en un momento precario.
Bajo el liderazgo de Xi Jinping, Beijing ha incrementado la seguridad y la vigilancia en sus regiones fronterizas, ha intensificado los esfuerzos para asimilar a las minorías étnicas y ha lanzado una campaña nacional para “sinizar” la religión, asegurándose de que se alinee con el liderazgo y los valores del Partido Comunista.
El Gobierno chino afirma que ha salvaguardado los derechos culturales y la libertad religiosa en el Tíbet y elogia el desarrollo económico de la región y la importante inversión en infraestructura, que, según dice, ha mejorado el nivel de vida y sacado a cientos de miles de personas de la pobreza.
Expertos de las Naciones Unidas y el dalái lama han expresado su preocupación por lo que denominan una intensificación de la campaña de asimilación por parte del Gobierno chino, tras informes que indican que las autoridades chinas han cerrado un gran número de escuelas de lengua tibetana en zonas rurales y han obligado a cerca de un millón de niños tibetanos a asistir a internados públicos. Las autoridades del Tíbet han refutado enérgicamente las acusaciones.
Y a medida que la influencia política y económica de China ha crecido, la influencia global del dalái lama parece estar menguando, especialmente porque la vejez le dificulta mantener sus extensos viajes por el mundo. El líder espiritual no se ha reunido con ningún presidente estadounidense en ejercicio desde Barack Obama en 2016, tras numerosas visitas a la Casa Blanca desde 1991.
Pero algunos tibetanos mantienen la esperanza. Jinpa, el traductor, dijo que mientras el dalái lama siga vivo, los tibetanos deben encontrar maneras de establecerse firmemente.
“Mi sensación es que si logramos actuar juntos y la institución del dalái lama continúa descubriendo un nuevo dalái lama, el poder del símbolo se mantendrá”, dijo.
The-CNN-Wire
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